​Por la muerte y la vida, 2 cafés por favor

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Luis Manuel Flores

Los días tienen la agridulce virtud de empezar con buenas o malas noticias, y ayer el mío inició recibiendo la información de una muerte ante la cuál no podíamos ausentarnos a su velatorio por tratarse de la madre de una muy apreciada compañera. Entre los mitos y cábalas que tejen nuestra cultura popular, me tomé el café funerario.


Posteriormente arranqué a dar cumplimiento a la agenda de trabajo y llegué a parar a la Unidad de Quemados de un hospital infantil donde tras cumplir las indagatorias de labor me ofrecieron un café al que no pude ni me dio la gana de negarme, y que utilicé como excusa para ejecutar la tan provechoza pero tenue entrevista "fuera de record"...


Antes de esa segunda dosis de cafeína de la mañana me detuve a pensar en lo irónico de esa suculenta bebida color castaño, que en cuestión de escasas horas me deleitó situado en cada uno de los extremos existenciales, donde comienzan y donde terminan las cosas: vida y muerte.

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