Luchemos porque nunca muera la verdad

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Alejandro Herrera

Por Alejandro Herrera


El recién pasa­do domingo 17 de mayo, Día Mundial de las Telecomunica­ciones y de la Sociedad de la Información, fue aprove­chado por el portugués An­tonio Guterres, Secretario General de la ONU, para advertir a toda la sociedad de estar alerta y cumplir “la responsabilidad de garan­tizar que las tecnologías de las telecomunicaciones no se utilicen para incitar a la violencia, alimentar el odio o engañar al público”.


¿Cómo se engaña, mani­pula o condiciona al público en el actual mundo digitali­zado, de crisis pandémica, y también de campaña electo­ral como es el caso que vivi­mos actualmente en la Re­pública Dominicana?


Desde que el mundo se configuró como tal, y la co­municación se convirtió en algo tan esencial para la convivencia en sociedad, pasando a representar más del 50% de todo lo que ha­cemos los seres humanos, ha existido el dilema o de­bate de quién predomina en una determinada cir­cunstancia: La verdad o la mentira.


Hoy, en pleno auge y apo­geo de la era digital y del internet que impregna, po­tencia e impulsa el desarro­llo horizontal del mundo de la comunicación en tiempo real alrededor de la esfera terráquea globalizada, esa eterna tensión entre lo que es veraz y lo que es falso, se ha transmutado en un fe­nómeno que desafía como gran problema para la capa­cidad de respuesta y credi­bilidad de la prensa formal y no formal, como son las noticias falsas (Fake News) que viajan por las redes a mayor velocidad que las no­ticias reales, con tal inciden­cia en algunos casos, que han logrado incluso condi­cionar y determinar el curso de acontecimientos impor­tantes de la historia reciente del mundo.


El periodista David Alan­dete, director del periódi­co El País Digital, en su libro publicado el año pasado, “Fake News: La nueva arma de destrucción masiva”, de­muestra, “a raíz de la lucha contra el independentismo Catalán, cómo se utilizaron las noticias falsas y los he­chos alternativos para des­estabilizar la democracia”, y establece que “las noticias falsas son precisamente eso: noticias con datos erróneos, exagerados o manipulados, que pervierten el oficio del periodismo con una finali­dad política”.


El problema es comple­jo y amplio. La libertad de expresión, el periodismo profesional y defensor de la verdad son diariamente puestos en entredicho por la proliferación de noticias falsas que ya son usadas co­mo sutiles armas injerencis­tas en el solapado enfren­tamiento entre las grandes potencias, sobresaliendo ejemplos de gran dimen­sión, como los sorprenden­tes acontecimientos que re­sultaron en la elección del Presidente Donald Trump en Estados Unidos (2016); el triunfo del Brexit y la sa­lida del Reino Unido de la Unión Europea (2016); la crisis independentista cata­lana en España (2019); el ascenso electoral del nacio­nalismo populista en Italia (2019), entre otros hechos, en los cuales las noticias fal­sas jugaron un papel deter­minante en su desenlace fi­nal.


Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores y 3er Presidente de los Esta­dos Unidos, afirmó en 1789: “Cuando la ciudadanía está bien informada se le puede confiar su propio gobierno”. En estos momentos, el cues­tionado rol del gobierno de Donald Trump en el manejo de la crisis pandémica, don­de los muertos ya se acercan a los 100 mil, ha permitido volver a preguntar si los esta­dounidenses hicieron atina­da y correcta elección (con incidencia fake News) al es­cogerlo como su Presidente. La misma razón por la que el expresidente Barack Obama sale al ruedo diciendo: “Esta pandemia cuestiona la idea de que muchos líderes sepan lo que están haciendo.”


En la actualidad, en me­dio de la multidimensio­nal crisis pandémica global, donde gobiernos, institucio­nes y personas despliegan extraordinarios esfuerzos para contener su propaga­ción y generación de muer­tes, en nuestro país, donde se adiciona el desarrollo de una atípica campaña electo­ral que trata de condicionar­lo todo, resulta más imperio­so reiterar la disposición de luchar sin descansar para que la verdad nunca muera y prevalezca a la hora de to­mar nuestra decisión elec­toral como mejor forma de preservar el sagrado inte­rés nacional, que no es otro que la supervivencia mis­ma de la Nación en este es­pecialísimo momento que nos impone superar la crisis y continuar el rumbo cierto del país de todos.

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