Opinión

Porqué no aspiré a Defensor del Pueblo

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Claudio Camaño. a

Por Claudio Caamaño Vélez 


Recientemente venció el plazo para inscribir aspirantes a Defensor del Pueblo. Quiero agradecer a quienes manifestaron su deseo de que me presentara, y explicarles porqué no lo hice. Es lo menos que merecen.


En el año 2004, mi último semestre en el Politécnico Loyola, cursando Agronomía. Tocaba la materia Legislación y Ética, impartida con pasión por el profesor Eugenio Galán.


En una clase abordamos el artículo 8 de la Constitución, donde antes se agrupaban los derechos fundamentales. Ese día supe que consagraría mi vida a luchar por ellos.


Al concluir el bachillerato técnico me fui a estudiar agroindustria en Italia, y regresé determinado a estudiar Derecho en la UASD.


A pesar de haberme graduado con altos honores solo lo he ejercido de forma social, defendiendo los derechos que juré hacer valer. Incluso mi tema de tesis fue sobre eso.


Debo confesar que sería un sueño ser Defensor del Pueblo, cuya función es “contribuir a salvaguardar los derechos fundamentales de las personas y los intereses colectivos y difusos” (Art. 191, C.D.).


Algunos amigos insistían: “Claudio, tienes el perfil ideal para ese puesto”. Les respondía: “precisamente por eso no aplicaré”… El Defensor del Pueblo es un contrapeso al poder político, pero paradójicamente ese mismo poder es quien lo designa, y la conciencia de nuestros políticos no está al nivel de auto imponerse límites.


Si bien el presidente Abinader ha dado muestras de cambio, sigue siendo voz que clama en el desierto.


Los mismos intereses que me cerraron el paso al Congreso, no me abrirían la puerta para ese puesto. Hay que saber escoger las batallas.


Pedir a Dios sabiduría para quienes han de decidir, y más sabiduría para quien resulte elegido.

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