FOGARATÉ

Huérfanos de Alberto Cortez

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Colombo

Por Ramón Colombo


En el odioso encierro que me impone el tirano Covid, pasé todo el domingo (por suerte en la paz de “Casa del Carajo”, mi mejor prisión domiciliaria) escuchando a Alberto Cortez, con todas sus expresiones musicales de sublime y alto contenido poético. Y al cabo de tantas canciones, y del recuerdo de sus conciertos, aquí y en México, sólo pude expresar, con inevitable tristeza: ¿Cómo pudo ocurrírsele a Alberto morir y dejarnos huérfanos de su voz y de su inspiración, y dejar inconcluso un repertorio que, por alentar lo mejor de lo humano, debió ser infinito? (Pero, por suerte, nos dejó lo suficiente para recordarlo siempre)

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