​CULTURA VIVA

“La rana y el escorpión”

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Lincoln López

Por Lincoln López


Las fábulas datan desde hace unos ¨2,700 años¨. Según textos especializados, los primeros en utilizarlas en Oriente fueron ¨sabios y sacerdotes como expresión de principios y de dogmas¨. Con los años pasaron a Occidente, y sus autores fueron generalmente literatos. La fábula como género pertenece a las Narraciones en prosa.


Desde entonces, ellas han permanecido casi sin variaciones en sus elementos clásicos: las que presentan una oposición entre dos personajes de posiciones subjetivas encontradas, son breves, los animales que se comportan como humanos, la moraleja final, entre otros. Las fábulas son muy importantes para los estudiantes del nivel básico, porque enseñan valores que podrían ser muy útiles en sus vidas.


A continuación, transcribo una famosa fábula de Esopo, considerado el padre de la fábula. Poco se sabe de su vida, excepto que fue esclavo.


Gracias a su talento fue liberado de la esclavitud y protegido por el rey Creso que le brindó una vida llena de comodidades, lo que le permitió dedicarse de lleno a su faceta de fabulista. “La rana y el escorpión”, dice así:


“Cuenta un relato popular africano que en las orillas del río Níger, vivía una rana muy generosa.

También vivía por allí un escorpión, que deseaba atravesar el río, pero no estaba preparado para nadar:


“Por favor, hermana rana, llévame a la otra orilla sobre tu espalda “La rana, que había aprendido mucho durante su larga vida llena de privaciones y desencantos, respondió enseguida: «¿Qué te lleve sobre mi espalda? ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco lo suficiente para saber que si te subo a mi espalda, me inyectarás un veneno letal y moriré!».


El inteligente escorpión le dijo: «No digas estupideces. Ten por seguro que no te picaré. Porque si así lo hiciera, tú te hundirías en las aguas y yo, que no sé nadar, perecería ahogado».


La rana se negó al principio, pero la incuestionable lógica del escorpión fueron convenciéndola… y finalmente aceptó. Lo cargó sobre su resbaladiza espalda, donde él se agarró, y comenzaron la travesía.

Llegaron a mitad del río. Atrás había quedado una orilla. Frente a ellos se divisaba la orilla a la que debían llegar. La rana, hábilmente sorteó un remolino…


Fue aquí, y de repente, cuando el escorpión picó a la rana. Ella sintió un dolor agudo y percibió cómo el veneno se extendía por todo su cuerpo. Comenzaron a fallarle las fuerzas y su vista se nubló.


Mientras se ahogaba, le quedaron fuerzas para gritarle al escorpión: «¡Lo sabía! Pero… ¿Por qué lo has hecho? No debiste hacerlo porque ahora moriré y tú te ahogarás».


“Lo sé”, replicó el escorpión mientras se hundía en el agua. “Pero soy escorpión. Debo picarte. Esa es mi naturaleza”.

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