​CULTURA VIVA

“Los dos reyes y los dos laberintos”

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Lincoln López

Por Lincoln López


Hoy presento para nuestros amables lectores, el cuento ¨Los dos reyes y los dos laberintos¨ del escritor argentino Jorge Luis Borges, por ser una de las figuras cumbres de la literatura mundial, y porque los expertos borgeanos lo consideran ¨como una diminuta obra maestra¨. El texto forma parte junto a otros 16 cuentos, de uno de sus libros más representativos: ¨Aleph¨ (1949).


El laberinto es un tópico reiterativo de Borges en cuentos, poemas y ensayos. Es un símbolo -dijo en una ocasión- que permite al hombre crear sus propias construcciones, y erróneamente, sentirse Dios. El laberinto puede ser natural o de construcción humana, como sucede en este cuento, en un contexto político monárquico, y, en donde se produce una venganza (Balart-Césprd).


 Jorge Luis Borges (1899-1986), además de gran escritor literario y filósofo, fue un gran escritor de gramática, historia, bestiarios, geografías, recuerdos inventados, ensayos, cuentos y poemas…


 ¨Los dos reyes y los dos laberintos¨ (cuento), dice así: “CUENTAN LOS HOMBRES dignos de fe (pero Alá sabe, más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan complejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres.


 Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día.


 Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: “¡Oh, rey del tiempo y sustancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso.”


Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquél que no muere.”

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