¡Cielos abiertos o cielos oscuros!

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Hugo

Por Hugo Bueno Pascal 


La aviación comercial, al igual que prácticamente todas las actividades que desarrolla el hombre, las poblaciones, los países y el mundo, ha venido transformándose gracias a los avances tecnológicos que día a día se producen. Hoy día, contamos con aeronaves más seguras, mucho mas eficientes en cuanto al consumo de combustible, principal costo operacional en un vuelo y la aviación comercial es un bastión de las economías de los países y aun más de los países receptores de turismo, como es el caso nuestro.


Recientemente las autoridades que rigen el sector aeronáutico del país han indicado que la República Dominicana firmará un acuerdo de cielos abiertos con los Estados Unidos que tendría como principales fines aumentar las operaciones aéreas entre ambas naciones, dándole mayores oportunidades a las aerolíneas nacionales y extranjeras, promover una mayor competencia y tarifas más económicas para los pasajeros. Este anuncio ha merecido mas críticas negativas que positivas por los medios y actores del sector aeronáutico del país.


Un acuerdo de Cielos Abiertos se define como el que llevan a cabo dos o más países, de forma tal que la explotación de los servicios aéreos se realiza de manera libre, sin limitaciones de frecuencias de vuelos, tarifas y tipos de aeronaves, sin que se requiera la aprobación de las autoridades, solo la designación de las líneas por parte de cada estado.


La historia sobre los derechos de la navegación aérea inocua se remonta a los acuerdos que se llegaron en las convenciones de París de los años 1910 y 1913 y luego los derechos para la aviación comercial tuvieron sus bases en la convención de Chicago del 1944, donde en sus primeros dos artículos se estableció la soberanía exclusiva sobre el espacio aéreo de cada estado y los sobrevuelos inocuos de aeronaves de otro estado. Posteriormente, los Acuerdos de Bermudas entre Estados Unidos y el Reino Unido (1946 y 1977), sirvieron de modelo para todos los acuerdos ulteriores, conocidos hoy día como “convenios bilaterales”, que principalmente son acuerdos de reciprocidad en los derechos de vuelos comerciales, frecuencias y libertades del aire (tercera, cuarta y quinta libertad esencialmente ).


Aunque lo que se estilaba en las décadas finales del siglo pasado eran los convenios bilaterales, desde principios de este siglo se han firmado varios acuerdos multilaterales, en los que intervienen tres o más estados, tal es el caso del “Acuerdo Multilateral sobre la Liberalización del Transporte Aéreo Internacional, llevado a cabo por el foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), que componen 21 países de Asia, Sudamérica, Norte América y el Pacífico.


Es importante destacar para nuestros fines que los Estados Unidos de Norte América firmaron acuerdos de cielos abiertos en América Latina, con Uruguay, Chile, Paraguay y Perú, los cuales pueden ser tomados como referencias por las autoridades que rigen el sector aeronáutico del país.


Con respecto a las negociaciones que llevan a cabo actualmente las autoridades que rigen el sector aeronáutico encaminadas a la firma de un acuerdo de Cielos Abiertos con los Estados Unidos consideramos que podría ir en beneficio de nuestro país y por tanto, en principio, creemos que sería muy saludable que se integraran a estas negociaciones todas las partes que interactúan en el sector y de seguro harán buenos aportes y además es lo usual en este tipo de negociación.


En este mismo sentido, hay que señalar que nuestro país podría salir beneficiado con la firma de este acuerdo ya que hay que esperar una mayor conectividad aérea que beneficia al turismo, porque se ha demostrado que a mayor conectividad aérea mayor afluencia turística. Igualmente podría haber una mayor competencia tarifaria en beneficios de los usuarios.


Por otro lado, la aviación comercial del país podría recibir otro duro golpe, ya que la estructura impositiva que rige la cadena de valor del sector ya hace años que viene afectando la competitividad de las “partículas” aéreas dominicanas que todavía están operando. Porque desde la compra de los boletos aéreos comienza el látigo impositivo.


Tenemos en nuestras manos dos boletos aéreos, uno en la ruta New York- Santo Domingo y el otro Santo Domingo-Miami, el primero comprado en la ciudad de origen con el siguiente detalle, Tarifa aérea US$ 94.00, Impuestos US$ 19.70, otros cargos en origen US$ 10.10 y Cargos en aeropuerto de Santo Domingo US$ 41.30, para un total de US$ 165.10. El segundo comprado en Santo Domingo, con el siguiente detalle, Tarifa aérea US$ 157, Impuestos y tasas aeroportuarias US$ 119.12.


Estamos hablando de un 43% de impuestos y cargos aeroportuarios en Santo Domingo, comparados con tan solo un 18% al boleto originado en New York.


A esto sigue el altísimo costo en el país de los combustibles, que en muchos casos duplican los precios en comparación con el que compran las líneas extranjeras y resulta que las líneas dominicanas que originan sus vuelos en el país deberán gasear (operación de cargar la aeronave con el combustible) al máximo sus aeronaves en el origen, contrario a lo que hacen las líneas aéreas extranjeras que solo gasean al mínimo cuando es necesario por seguridad del vuelo y regulaciones internacionales.


Si a todo lo anterior se añaden las complejidades propias de la aviación comercial, las limitaciones financieras y económicas que tenemos como un país pequeño, la falta total de apoyo del Estado dominicano, habría casi que concluir que cualquier acuerdo, sea de cielos abiertos o cielos oscuros si es que existe el término, llevará a nuestra muy debilitada aviación a la puerta de la desaparición total ya que la competencia será aun mayor y con más transportistas aéreos.


Es lamentable que, como generalmente es el proceder en nuestro país, no se tomen en cuenta los verdaderos actores del sector y además no se lleven a cabo los procedimientos pertinentes en este tipo de negociaciones que implican, en principio, la firma de un “Memorándum de Entendimiento” que eventualmente sirve de base de estudio, análisis y para mejores resultados la divulgación a todos los sectores de la población que puedan emitir sus opiniones. Regularmente se conocen los alcances de estos acuerdos cuando ya se han concretizado y entonces ya no hay nada más que hacer

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