Por Lincoln López
El martes 05 de agosto en curso, correspondí complacido a la invitación para presenciar la conferencia dictada por el Lic. Edwin Espinal Hernández, profesor universitario, laureado escritor y miembro de la Academia Dominicana de la Historia, titulada: “70 ANIVERSARIO BANQUETE MATUM”.
Antes debo calificar su disertación de magistral, y, por ello, lo felicito sinceramente. Bien documentada. Bien contextualizada, históricamente y graficada; y con una oratoria académica sencilla y bien pensada sobre el hecho ocurrido en el Hotel Matum de Santiago de los Caballeros el 06 de agosto de 1955.
Resulta que en plena dictadura de la Era de Trujillo el país fue sacudido por una situación considerada como una “falta de respeto” porque en el homenaje al destacado jurista Lic. Federico C. Alvarez Perelló en el cuadragésimo aniversario de su ejercicio profesional como abogado, en el mismo, no fue pronunciado en ninguno de los discursos del evento el nombre de Rafael L. Trujillo Molina, “El Jefe”, Benefactor de la Patria, Padre de la Patria Nueva, el “Generalísimo”.
Mencionar el nombre de Rafael L. Trujillo Molina era una práctica común y obligatoria en actos públicos porque tenía un control férreo y efectivo de las actividades nacionales: políticas, sociales, económicas y claro, falta de libertad de expresión… Por tanto, excluir el nombre del dictador se consideraba una ofensa mayor y desencadenaría una serie de atropello de parte de las autoridades contra los asistentes, como realmente sucedió.
La historia recoge ese como “La Conjura del Silencio”. Por un lado, se iniciaron una serie de actos públicos dizque voluntarios por todo el país, “organizados” por instituciones públicas y privadas, desagraviando a Trujillo e insultando al mismo tiempo a los participantes de esa “conjura”.
Paralelamente, las autoridades iniciaron investigaciones, interrogatorios y llevaron a los organizadores y asistentes ante un Tribunal disciplinario del Partido Dominicano, único en el país y “propiedad” del dictador, para procesarlos, juzgarlos y sentenciarlos por jueces de esa entidad política. Por esa razón descarto la imparcialidad de los magistrados y su independencia al respecto.
Creo que ningún juez de cualquier tribunal político se atrevía a ABSOLVER a la figura central del homenaje: el Lic. Federico C. Alvarez P., sin recibir una “orden superior”.
Una “orden superior” así saldría exclusivamente del Jefe. Me parece que Trujillo por su personalidad autoritaria y cruel no tuvo la iniciativa de descargarlo. Fue idea de uno de sus intelectuales bien formado y cercano al dictador, calculador y falsamente fanatizado, con autoridad para hablarle y convencerle. Entonces, ¿Quién convenció a Trujillo?
Sospecho de uno, el único del país que habló públicamente aquí en Santiago sin injuriar al Lic. Alvarez. Pero sospecha no es certeza.
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