​¡Haití. Nuestro problema!

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Daniel

Por Daniel Soriano


Mi abuela solía decir que la familia más cercana es el vecino, también que quien no se lleva bien con su vecino, no sabe el peligro que corre. Si aplicamos estas mismas ideas a las relaciones internacionales entre los países que comparten fronteras, veremos cuánta razón tenía, ya que de por sí una frontera es un dolor de cabeza para cualquier gobierno, incluso para los más desarrollados como EEUU, que comparte frontera de 3,155 kilómetros con sus vecinos mexicanos, o el mismo México que limita con Guatemala en una extensión de 950 kilómetros fronterizos.


Por otra parte, Colombia limita con Venezuela, esto solo por mencionar algunos casos de América, si nos vamos a Europa como tierra continental, que limitan fronterizamente con un sin número de países, los cuales están unidos por tierra, lo que traducido quiere decir fronteras y más fronteras, por último, Rusia, que por su naturaleza es un país transcontinental, al punto que hace frontera con 16 países de 4 continentes.


Como se puede observar, las fronteras son lo más natural, sobre todo si se analizan desde el contexto geopolítico, por eso, desde esta óptica, los países ponen todo su empeño en la transculturización, intervención e influencia de sus vecinos como una demostración de poder, sin embargo, el caso de la isla española es muy peculiar, porque es quizás la única isla del mundo donde conviven 2 países: República Dominicana, uno de los países de mayor crecimiento de la región según la CEPAL, y Haití, el país más pobre del continente según el PNUD.


Si estudiamos las dos realidades, podemos afirmar que una influenciará a la otra, que las dos culturas, las dos economías, y las dos condiciones políticas son muy diferentes, aunque estén unidas por un turrón de tierra llamada La Hispaniola.


Vistas dichas diferencias diametrales, no se puede dudar si se dice que una cultura influya en la otra, y por lógica simple, tiene que ser la más fuerte, la más robusta, la más organizada, la más estable, la más civilizada, hablo de la República Dominicana.


Somos nosotros los que tenemos que intervenir en los asuntos de Haití, no lo contrario, somos nosotros los llamados ha influenciar en sus políticas, nosotros somos los tenemos que financiar partidos políticos alineados con nuestros intereses, si es necesario.


Es la República Dominicana la que tiene que estar más interesada en que se mejore la situación de Haití, y si eso pasa a la postrer, sería nuestro orden, por eso si fuese necesario que desde nuestro país se financien proyectos para intervenir en las tomas de decisiones del vecino país, no se pueden escatimar recursos ni tiempo.


Es probable que se escuche anti diplomático lo que planteo pero, en todo caso, nosotros estaríamos haciendo lo que la mayoría de países mínimamente organizados hacen con sus vecinos, solo que no lo dicen, de igual forma, se hará vida la frase que pronunció el veterano político norte americano Henrry Kissiger cuando en medio de las negociaciones con la URSS y China dijo: “Los estados unidos no tienen amigos ni enemigos, los estados unidos tienen interés y eso es lo que defendemos”.


La República Dominicana tiene necesariamente que velar por sus intereses y parte de ellos están en la frontera con Haití, donde el mercado binacional mueve entre 70 y 80 millones de pesos cada vez que hay ventas, según Santiago Riverón, alcalde de Dajabón, así que no es de extrañar que los empresarios pidan la reapertura del mercado binacional.


Ante todas tales verdades, la lógica más elemental dicta que nuestros intereses no solo yacen en el norte, sino también en Dajabón y para mantener esos intereses, tenemos que actuar sagazmente y me temo que no lo estamos haciendo por temor a sectores que, sumergidos en un patriotismo de hojalata, protestan hasta porque los haitianos hagan una marcha en nuestro territorio, en lugar de aprovechar para incentivar los participantes a la creación de un partido o tendencia política en Haití, alineado con causas dominicanas, de igual forma, propongo incluir en nuestro sistema curricular el creole como una lengua alterna para ser enseñada en nuestras escuelas y universidades, de no gustar la idea me pregunto cómo rayos, no nos vamos a interesar el idioma del país con el que anualmente tenemos un intercambio comercial de 1,200 millones de dólares al año.


De hacerse lo mencionado anteriormente y los patriotas de hojalata protesten, yo preguntaría en qué nos roba eso nuestra dominicanidad, sino que por el contrario, ganaremos mucho y estaremos más tranquilos, porque repito: La tranquilidad de Haití también es nuestra tranquilidad.


Como se ve en nuestros intereses, no solo están en el intercambio comercial con los Estados Unidos, también dicen presente en la frontera con Haití y es esa la realidad que nos golpea la cara a diario con temas tan sensibles como el hambre, la situación sanitaria, su precaria capa boscosa y como si fuese poco, ahora con el asesinato de su presidente.


En resumidas cuentas, mataron al vecino y a mí tiene que importarme porque al final si el vecino se alborota entonces yo no duermo, por lo tanto tenemos la oportunidad de ser nosotros quienes marquemos las pautas allá, no ellos aquí. Por eso si ellos en su caos nos asuntan, entonces, nosotros con nuestro poco de orden tenemos que hacer valer lo que somos, la parte más institucional y medianamente estable de la isla, ya que nunca una nación, sin instituciones ni organización, se puede imponer sobre una medianamente organizada y estable como nosotros, y eso no puede demorar, si no seremos nosotros los únicos culpables de no evitar el desastre del vecino, que también será nuestro desastre.

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