Por Tony Pérez
Cuatro meses y medio después de que el presidente Luis Abinader diera el palazo inicial para la readecuación del muelle de embarque de bauxita y caliza de Cabo Rojo en puerto de cruceros, el ambientalista Grupo Jaragua despliega una campaña mediática de rechazo a la obra porque –entiende- provocaría grave daños ecológicos y dañaría el destino turístico. Sostiene que no han hecho estudio de impacto ambiental (EIA) y propone reubicación del proyecto más al sur, en “Punta Ceferino” (¿?).
Sorprende y genera dudas la tardía reacción de la ONG, si se mira su experticia en el comanejo del parque nacional Jaragua, incluyendo el fondo marino. Sus técnicos hacen descensos en el área desde los años 80 del siglo XX.
La compañía ITM Group, misma de Taíno Bay Puerto Plata, que construirá la obra y la administrará junto a Autoridad Portuaria Dominicana, hasta ha realizado ya su primera feria de empleos para selección de personal en una provincia que ronda el 57 por ciento de pobreza y está parida de precariedades por las cuatro esquinas.
Abinader anunció el proyecto de 98 millones de dólares a media mañana del 26 de mayo de 2022, durante un acto celebrado en Cabo Rojo, y puso fecha para la llegada de los primeros cruceristas: 23 de diciembre de 2023.
La larga experiencia acumulada del GJ, su arraigo mediático y su conocida actitud proactiva en el escenario de la opinión pública cuando siquiera huele asomos de agresiones al medioambiente, supongo, debió provocar su denuncia el mismo día del despliegue de prensa sobre el aplaudido anuncio del Presidente. Un vistazo a los medios evidencia que no lo hizo.
Desconozco las razones de su tardanza. Pero entiendo que si hace décadas sabía de la realidad en el lecho marino, al menos, debió diligenciar de inmediato una entrevista con el mandatario y correr a reunirse con las autoridades de la provincia (gobernadora, alcalde, senador, diputados) y organizaciones de la sociedad civil (iglesias, clubes, Asociación de Estudiantes Universitarios, Asociación de Pedernalenses Ausentes). Contacto que debería ser sostenido, sin poses doctorales.
La advertencia oportuna se caía de la mata. Y eso no sucedió, según actores consultados.
Las “vistas públicas” de urgencia o de cumplido no funcionan. Suelen ser anarquizadas y banalizadas por oportunistas a quienes les importa un comino el destino de ese pueblo.
Tal falla de origen le resta para lograr la licencia social que necesita en pos de avanzar en la gestión de su objetivo. En la comunidad, esta organización acrecienta las dudas sobre sus buenas intenciones, y eso le obliga a ir contracorriente con alto riesgo de horadar la credibilidad.
Sin dudas que a GJ le urge construir una nueva relación con Pedernales. La empatía es baja. Y no es capricho.
Debe comenzar por desmarcarse de sus acciones y sus discursos muy técnicos del especializado mundo de la Ecología para acompañar al pueblo en una lucha sin cuartel para salir del empobrecimiento y alcanzar el desarrollo integral, que no se obtiene con proyectos individuales. Puede ayudar mucho dada su capacidad para molestar, con su presión, a los círculos económicos y políticos en la urbe.
A la gente tirada por el Poder al túnel de la pobreza solo le interesa el discurso de las soluciones a sus necesidades perentorias, primarias. Se trata de vivir primero. Simple.
Es el caso de Pedernales, atrapada entre dos parques nacionales que abarcan casi el 68 por ciento de su territorio de 2,075 kilómetros cuadrados, sin empresas productivas, ni inversión social.
Quien llegue a esa comarca del extremo sudoeste del territorio y ofrezca empleos, aún sean de poca monta y con malas prácticas, es asociado a Dios. Hay casos paradigmáticos con las mafias de las tierras.
Creo en el turismo como fenómeno social, no como mera actividad económica que enfatiza en cifras de ingresos económicos y llegada de turistas, sin empoderar a las comunidades.
Creo, por tanto, en la preservación de los recursos naturales y en su aprovechamiento con el mínimo impacto. Y en las comunidades como sujetos activos del proceso.
Lo socializo en talleres y conferencias sobre Periodismo Turístico que imparto gratis en las provincias.
En el caso de mi pueblo, ahora en la mira por los planes turísticos públicos y privados, he apostado por las inversiones sociales en las localidades. Así se produciría un enriquecimiento cultural por la relación más directa con los visitantes y habría un impacto directo en la dinámica económica.
No es fortuito que, en los medios donde escribo, haya reclamado sin cesar, durante años, que el Gobierno modernice los municipios Pedernales y Oviedo; construya el Frente Marino ya diseñado, frente a la playa Pedernales (áreas de recreación, ciclovías, viviendas, locales comerciales, marina); carreteras hacia las zonas agrícolas, senderos para visita de atractivos en los parques; realice capacitaciones para la comunidad; incentive la hotelería local, impulse al turismo comunitario; invierta en el desarrollo y promoción de la cultura. Es la razón por la que también apoyo el proyecto hotelero e inmobiliario Bucanyé, de factura privada.
Lo local es mi preferencia.
Ahora bien, respaldo el proyecto hotelero frente a playa Cabo Rojo; la carretera de los colonos del 27, que conectará con Puesto Escondido, Duvergé, a través de sierra Baoruco (40 minutos de viaje en vez de cuatro horas en la actualidad por carretera Barahona-Pedernales), que no arranca; el aeropuerto internacional, la rectificación y ampliación de la peligrosa carretera Enriquillo-Pedernales (muy lenta) y, si cumple con las normas, el puerto de cruceros, amén de que no sea la panacea.
Debemos apostar a que la actual gestión de Gobierno agilice la ejecución de los proyectos, sobre todo el circuito de carreteras que interconectará las cuatro provincias de la región Enriquillo (Independencia, Baoruco, Barahona y Pedernales); la reparación de las vías hacia las zonas agrícolas; la construcción del Frente Marino y los senderos con su centro de interpretación.
La gente nuestra debería ir en la misma dirección. Sin fisuras, pero con los ojos bien abiertos para evitar que nos dejen “oliendo donde guisan”. Intereses a borbotones manifiestos e implícitos.
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