Disfrutar un viaje en avión o simplemente verles surcar los cielos, es sin dudas una de las experiencias más placenteras. La aviación es el medio de transporte más seguro, también es la industria donde sus técnicos, sobre todo los pilotos aviadores reciben un permanente reconocimiento de muchos. En este mágico mundo existen unos profesionales cuya labor se mantiene prácticamente en el anonimato, para el público, dirigiendo desde una gran torre y monitoreando cada movimiento de las aeronaves, desde el despegue hasta su aterrizaje, ellos son los controladores de tránsito aéreo (ATC, por sus siglas en ingles).
Los cientos de controladores aéreos que existen en la República Dominicana gozan del respaldo y certificación de las autoridades del Instituto Dominicano de Aviación Civil (IDAC), y de la Academia Superior de Ciencias Aeronáuticas (ASCA) quienes cada 20 de octubre, al celebrarse el Día Internacional del Controlador Aéreo, reconocen su labor y entrega para garantizar la seguridad del tránsito aéreo, logrando con su trabajo delicado que las aeronaves no colisionen entre sí o con algún obstáculo, y que todos los aviones que surcan los cielos fluyan de manera segura, ordenada y ágil.
Estos héroes anónimos realizan una labor de máxima responsabilidad, pero muy apasionante; no escuchan los aplausos de los pasajeros al aterrizar, sin embargo, sobre ellos también recae el éxito de un viaje feliz, o la responsabilidad de cualquier desdicha. De sus capacidades y destrezas se orienta la tripulacion de la aeronave para salvaguardar las vidas de sus pasajeros ante una situación adversa. La interconexión desde tierra con los pilotos no solo permite instruir sobre un mal tiempo en una zona específica, ni tráficos en los alrededores, también para autorizar despegues y aterrizajes. Por tal razón estos dos grupos de profesionales de la aviación hacen una mutual, más que perfecta, necesaria.
La celebración del día internacional de estos selectos profesionales surgió a raíz del primer aniversario de la creación de la Federación Internacional de Asociaciones de Controladores de Tránsito Aéreo (IFATCA), la fecha es propicia para resaltar la labor de hombres y mujeres, que mientras los pasajeros disfrutan el vuelo, todos sus sentidos están a la expectativa para ofrecer instrucciones pertinentes a los pilotos sobre dirección e intensidad del viento, temperatura, pista en uso, altímetro, ayuda de navegación, etc.
Santiago cuenta con el Aeropuerto internacional del Cibao, en su torre de control 24 controladores, entre ellos 9 mujeres, rotan y custodian con recelos el espacio aéreo de su jurisprudencia. En una cabina circular, entre radios de comunicación, monitores, cables y cómodos sillones adornados con los utensilios para varios servicios de café; la dinámica continúa entre despegues, aterrizajes y sobrevuelos de aeronaves.
El Instituto Dominicano de Aviación Civil (IDAC), dirigido por Héctor Porcella, es la entidad gubernamental que supervisa y controla la aviación civil, a su vez provee los servicios de navegación aérea, con un equipo apasionado, motivado y en constante capacitación para garantizar la seguridad operacional y continuar en el sitial de ser pioneros en la región. Nuestro país no solo es uno de los que en el área muestra mayor fortaleza en el desarrollo de la aviación, sino que es el único en el Caribe que cuenta con un centro de altos estudios para capacitar un personal calificado para prestar servicios en el sector aeronáutico, como es la Academia Superior de Ciencias Aeronáuticas (ASCA).
Los controladores aéreos agotan un amplio pensum de estudios que incluyen materias teóricas y prácticas antes de insertarse al mercado laboral, desempeñando funciones desde las torres de control en los aeródromos a nivel nacional y los centros de control, donde se provee el control radar en aproximación y área. Estos servicios apegados a las normas y procedimientos de la Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI), de la cual República Dominicana forma parte.
Una vez en ejercicio de las funciones, las responsabilidades que acarrean las tareas de esta profesión, son en gran medida estresantes, según testimonios, pero también de gran satisfacción. A ellos que desde tierra se convierten a través de unos monitores y radios de comunicación en los ojos y oídos de los pilotos aviadores, van dedicados los aplausos únicos de los dominicanos al aterrizar.
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