Motorizados endiablados convierten calles en caos

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Fernando Despradel

Por Fernando Despradel


Cada día transitar por las calles de nuestras ciudades, no importa el sector es sufrir una terrible experiencia, con los nervios de punta por los acosos y travesuras especialmente de los motoristas.


Entiendo que ellos se manejan con otros códigos y normativas, muy diferentes al manual que nos presentan en la Dirección de Tránsito Terrestre para obtener nuestra licencia de conducir (ley 63-17).


Rebasar por la derecha o por la izquierda da lo mismo.


Poner el motor en cualquier tramo de calle a 100 kilómetros por hora, eso es normal.


Como también es transitar en vía contraria y pasar -como lo más natural- la luz roja del semáforo, no importa las implicaciones y riesgos envueltos en dicha violación.


Todavía está fresca en la memoria colectiva la reseña de un respetable ciudadano que osó pasear por una de las avenidas de nuestra ciudad y resultó víctima de las piruetas de uno de estos desaprensivos al violar precisamente un semáforo en rojo, provocando un serio accidente en el piloto, lo cual devino en su muerte.


Hace poco vi en una de las calles del polígono central de la ciudad un vehículo, cuyo conductor hacía lo imposible por llegar a un puesto donde hubiera un representante de la ley, ya que una turba de motorizados lo perseguía con propósitos no muy cristianos.


Y es que en estos «violadores de la ley» existe un código de confraternidad, “de todos a uno”, a la

mínima amenaza de uno de ellos.


Las estadísticas de defunciones en la recién pasada Semana Santa sitúan la cifra en 28, de las cuales – vaya sorpresa- la mayoría eran motoristas.


La ausencia de casco protector es sin lugar a dudas la principal causa de estos desenlaces fatales, unido a las violaciones de las reglas de tránsito.


Las salas de todos los hospitales traumatológicos del país están saturadas de motorizados accidentados, representando un costo supermillonario su proceso de curación, terapias, medicamentos…para el presupuesto hospitalario nacional.


De cuando en cuando escuchamos de planes e iniciativas oficiales que no terminan de aterrizar y se

desaparecen sin más, ni más como el aire y los sueños.


Sugiero planes sencillos y concretos, que puedan ser realizables con presupuestos modestos.


Se me ocurre que si se diseña un plan de trabajo, donde se apele a las juntas de vecinos, a las iglesias, a las escuelas, clubes, etc. para su ejecución efectiva.


Trabajar en colmados, farmacias, restaurantes, e involucrarlos en planes para un «manejo responsable» de sus deliverys, resultaría muy efectivo y a un costo “humilde”.


Una campaña que apele a la responsabilidad de los motoristas para con sus pasajeros iría logrando adeptos al «manejo responsable y respeto a la vida»


Textos como:


«Cuídame Papá, no dejes de ponerme el casco».


«Señor motoconchista no arriesgue mi vida, no cruces el semáforo en rojo».

«Esposo cuídame no manejes a lo loco».


Creo que convertiríamos en ciudadanos orgullosos a los motoristas por cuidar a los suyos, y a los demás. Y haciendo de nuestras calles, senderos transitables y seguros, respetando todas las normas.


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