​DESDE MII CABINA DE MANDO

Pido perdón, me equivoque

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Pedro Domínguez

Desde la firma aeronáutica propietaria de los medios Por Aire, Mar y Tierra Radio y TV, así como del diario digital ElAviador.do, hemos pagado un precio alto. Muy alto. El precio de decir la verdad, de mantener una postura crítica y de actuar con independencia en defensa de la industria aérea dominicana.


A menudo recibo comentarios de quienes, como dice el refrán, ni lavan ni prestan la batea. Comentarios que en ocasiones me desaniman, pero cuando reflexiono, recuerdo la pasión y el compromiso que me han guiado todos estos años. Y con eso, recupero la energía para seguir luchando por nuestra aviación.


Sería, sin duda, más fácil financiar estos proyectos a través de la publicidad—especialmente la oficial. Y aunque algunos funcionarios han mostrado interés en apoyarnos de esa manera, he optado por rechazarla. No por desprecio, sino por un compromiso con la libertad de expresión: no quiero verme limitado en mis comentarios ni sentir la necesidad de autocensurarme para no incomodar a quienes financian.


¿Ha sido una decisión costosa? Mucho. En más de una ocasión he tenido que pedir apoyo a miembros del sector. Y aun así, me he encontrado con personas que, por aportar una suma mínima, piensan tener derecho a vetar cualquier crítica o comentario que los incomode. Por eso decidí no solicitar más colaboraciones, para evitar compromisos.


Siguiendo el modelo de medios verdaderamente independientes, creamos un Patreon para Por Aire, Mar y Tierra. Pero la respuesta ha sido limitada: tras varios años, apenas alcanzamos los 30 dólares mensuales. Una cantidad que no basta ni para pagar un camarógrafo para un viaje a Santo Domingo, mucho menos para cubrir los costos de la emisora, televisión y el equipo humano que nos acompaña. A veces, cumplir con esos compromisos se vuelve muy difícil.


Entonces, ¿en qué quedamos? Si recibo publicidad oficial, me critican. Si no la recibo, también. Si hablo bien del JAC, del Departamento Aeroportuario o del IDAC, molesto. Si hablo mal, peor. Si digo la verdad sobre la industria, incomodo. Pero si me callo, traiciono mi propósito.


Hasta me han acusado falsamente —por la espalda, claro— de llamar "borracho" a un exhibicionista que se retrató bebiendo vino mientras acompañaba al presidente de la República en un vuelo. Información divulgada en un artículo que ni siquiera fue de mi autoría, aunque se publicó en El Aviador. El colmo.


Por eso, decidí no prestar más atención a quienes critican sin aportar ni una idea. Y sobre todo, no volver a solicitar apoyo, como suelen hacer otros medios independientes. Porque mientras ellos hablan, yo sigo trabajando. No por fama ni conveniencia, sino por lo que siempre he defendido: la aviación nacional. Aunque reciba más puñaladas traperas de quienes nunca hacen nada pero siempre exigen.


He aprendido la lección: no aceptar ningún tipo de apoyo que, a través de un aporte, pretenda comprar mi silencio. No es negociable. Mi voz, mi integridad, no están en venta.


Agradezco a Dios y a los pocos, pero valientes, que están a nuestro lado sin pedir nada a cambio. Esa actitud me hace reflexionar: ¿valdrá la pena tanto sacrificio por unos cuantos que no lo valoran?


Y si en algún momento me equivoqué —y lo he hecho, porque soy humano—, pido perdón. Pero no me voy a callar, y mucho menos me voy a arrodillar ante aquello que no tolera una trayectoria de transparencia y principios.

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