Por Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio
El verdadero “trabajo” de un niño consiste en estudiar, jugar y recrearse de manera sana y supervisada. Cada etapa de la vida tiene su tiempo, y la niñez está destinada a formar la mente y el corazón, no a soportar responsabilidades que no le corresponden.
Aprender a colaborar en pequeñas tareas del hogar, apropiadas a su edad, es parte de esa formación y les ayuda a crecer con responsabilidad. Sin embargo, es necesario alzar la voz contra toda forma de trabajo infantil que prive al niño de su derecho a una infancia plena. Obligar a un menor a realizar labores pesadas, peligrosas o explotadoras es una grave injusticia que daña su cuerpo, su mente y su dignidad. Ninguna necesidad justifica tal atropello. La infancia merece ser cuidada, jamás sacrificada.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
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