Urgente

Sin seguridad, cero turismo en Pedernales

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Tony Perez

Por Tony Pérez


Poco a poco, Pedernales ha ido perdiendo su envidiable paz de toda la vida. Hay señales cada vez más acentuadas sobre inseguridad en el ambiente.


Negarlo, por pretender “tapar el sol con un dedo”, por chauvinismo o por poses de amor por el terruño, nos convierte en multiplicadores e instaladores del mal, si no en cómplices por omisión. Una perversidad que borraría del mapa la comunidad como la conocemos y, de entrada, sepultaría al turismo naciente.


Así que no caben medias tintas si amor sentimos realmente por la provincia y el sudoeste todo.


A cualquiera que se sienta pedernalense bueno solo le sería aceptable el reconocimiento de la realidad real. Porque solo con un diagnóstico a mano, sin ocultamientos, se podría diseñar estrategias y activar tácticas para atacar la plaga que comienza a reproducirse. “El mal con tiempo tiene cura”, sentencia la sabiduría popular.


Cada vez es más común que homicidas y otros delincuentes perseguidos de la Policía y la justicia en la capital y otras ciudades del país entren a Pedernales “como Pedro por su casa”, alquilen habitaciones o viviendas y las usen como guarida. Otros, con nacionales diversas, llegan e instalan negocios para trasiego de drogas, armas y trata de humanos.


Palpita la delincuencia callejera expresada en asaltos a mano armada, día y noche, a personas que transitan por las calles; robos a turistas nacionales y extranjeros por parte de los descuidistas; crecen los escalamientos en viviendas encabezados parte de haitianos y dominicanos; y ya hay casos sonados de atracos a negocios por parte malhechores que viajan en coches privados al municipio con ese objetivo.


Si se suma la toma de los espacios públicos para negocios privados, el ruido, el desorden en el tránsito y la sepultura de los valores tradicionales que han servido de pilares a la comunidad, entonces, lo de remanso de paz que nos ha enorgullecido desde la fundación de la comarca, en 1927, comienza a ser parte de la historia, si ya no está.


Pero hay algo importante: el problema está aquí identificado, e irá de leve a grave, si no actuamos ahora. El reto es saber cómo lo vamos a enfrentar.


Por lo pronto, comencemos por una mirada caleidoscópica a la situación y entendamos que la responsabilidad de la seguridad ciudadana no solo debería recaer en la autoridad, sino en toda la comunidad.


Cada quien debería ser protagonista, vigilante celoso de su entorno, solidario con el vecino, porque –si se alborota todo- todos perderemos.


El pueblo, dividido, fanatizado por los políticos malos, terminará como un campo insufrible, solo apto para delincuentes nacionales e internacionales. Muchos nativos se marcharán; nadie querrá visitarlo, los inversores se alejarán y el turismo, que nada quiere con inseguridad, patinará hasta esfumarse.

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