Por Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio
Volvemos a vivir cuando, de alguna gaveta o de algún baúl, sacamos un álbum y encontramos una fotografía de nuestro ayer. En ese instante, la imagen se convierte en una ventana que nos transporta a los días pasados, a momentos que quizá creíamos olvidados, pero que vuelven a la memoria con toda su fuerza.
Allí se esconden sonrisas, abrazos, viajes, celebraciones y hasta lágrimas que nos marcaron. Revivir esos recuerdos no es quedarse anclado en la nostalgia, sino reconocer que lo que fuimos nos ayuda a comprender lo que somos hoy. Mirar una fotografía es volver a respirar la vida y agradecer por lo que ya se vivió.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
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